Escritos de San Juan de Ávila. El Miércoles de Ceniza.

San Juan de Ávila nos quiere resaltar, en este principio de la Cuaresma, la virtud de la humildad.  Leamos su carta y acojamos en nuestra vida sus enseñanzas.

Miércoles de Ceniza
Cartas 85 [1]  en Obras Completas, BAC (2000), Vol IV, pp. 352-354  

Dios dé a vuestra merced buenas cuaresmas, y que así tome la ceniza del principio, que siempre permanezca en su ánima la santa humildad, significada por ella; porque a quien Dios le da conocimiento de quién ha sido cuando andaba apartada de Dios, líbralo de gran ceguedad y hácele capaz de todos los bienes. No de otra parte vienen todos los pecados, sino de la soberbia (cf. Ecl 10,15), ni a otra se da la gracia, que es madre de las virtudes, sino al humilde (cf. Sant 4,6). El soberbio busca su honra, y aflígele con la deshonra; el humilde avergüénzase de que lo tracte bien, y huélgase con su desprecio, porque en aquello se hace justicia. Todo le falta al soberbio y toda sobra al humilde, porque aún de la tierra que huella se conoce indigno, y los mismos infiernos tiene por pequeños para castigo de sus pecados. El soberbio no cabe aun consigo solo; el humilde, con todos, porque a todos se abaja y a todos sufre, y parece al soberbio cosa muy recia seguir tras la voluntad del hombre o de Dios; más el humilde subjétase y apócase, y cabe por la puerta angosta de hacer el hombre la voluntad de Dios.

Mire, pues, señora, qué de bienes vienen con la ceniza de la humildad, y no esté sin ella, porque no esté sin Dios; y acuérdese que la ceniza se hace de leña quemada, mas nuestra humildad viene de Jesucristo, muerto con fuego de amor y tormentos en cruz. No quite sus ojos de aqueste espejo, porque no pierda la hermosura que Dios le ha dado y después sea mala de tornarla a cobrar. Coja santos ejemplos de la pobreza, hiel y vinagre, deshonras, dolores, compañía de sayones y de todo lo demás que el Hijo de Dios por nosotros pasó, y esfuércese con estas armas a la guerra que le está aparejada, que, cierto, mucho queda que andar, y no sé si hemos bien a buenas comenzado el camino…

San Juan de Ávila. 1746. Pierre Subleyras. Óleo sobre lienzo, Museo de Birmingham. Gran Bretaña.


Señora, demos una carrera esta cuaresma, que no sabemos si veremos otra; […] Abramos los ojos y tomemos el negocio de Dios muy de veras, que el Señor es muy gran Señor y quiere ser fielmente servido. Encerrémonos dentro de nos y digamos: En mi nidillo, moriré (Job 29,18); y escudriñemos las raíces de nuestro corazón, si están echadas en otra cosa que en Dios; y cortemos el amor de la honra y el amor de la carne y vida y voluntad propria tan de raíz, que podamos decir con San Pablo: Vivo yo, ya no yo, mas vive Cristo en mí (Gál 2,20), de manera que ninguna deshonra nos parezca grande, ninguna carga nos parezca pesada, ninguna cosa nos parezca para desear, si solo Dios no, y ninguna para huir ni desechar, si su ofensa no. Esto no se hace jugando ni dormiendo, mas reventando y velando, y llorando y pidiendo la mano a quien todo lo puede; y mírese que lo que queda sea bien guardado del polvo de la soberbia y del viento del parlar; y lo que el Señor dice, que sea oído con reverencia y sea obedecido con presteza, y que no sea menester que le diga una cosa dos veces.

Sea diligente en todo, porque el día que ha de salir a plaza su corazón y su vida se alegren todos los que la aman y bendigan a Dios en ella, cuando vieren que es recebida en el celestial tálamo de Jesucristo, su señor y esposo, donde, libre de todo peligro, goce de Aquel que acá con todo su corazón deseó y buscó, el cual la esfuerce en esta pelea y le dé fuerza para le servir y seguir, aunque sea en tormentos de cruz.

Fuente:

http://sanjuandeavilaconferenciaepiscopal.es/

El Descendimiento

Rogier Van Der Weyden. Antes de 1443. Óleo sobre tabla, Museo del Prado.

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