Aprovechamos en este mes de agosto para publicar un escrito de San Juan de Ávila sobre la Virgen María. No podemos olvidarnos de Ella en estos días cercanos a su Asunción.
¡Quién viera a esta Niña luchar con Dios!
En Obras completas, BAC. Sermón 63. (2000), Vol III, pp. 843-854
Presentación de Nuestra Señora, 21 de noviembre. En un convento de monjas. Exordio
1. A las festividades de la sacratísima Virgen hemos de venir con corazones fervientes y muy agradecidos. Por eso dice San Buenaventura que los que hablan de nuestra Señora han de tener en sus palabras muy gran verdad y fervor: Verdad, porque la Virgen es enemiga de los mentirosos y amiga de los verdaderos en sus palabras y obras. Esta Señora es la que engendró una Verdad que destruyó todas las herejías y una luz que alumbró todas las tinieblas. Fervor, porque, si a ésta que es verdaderamente nuestra no amamos, ¿a quién amaremos? […]
6. En esta Virgen no hay cosa más excelente que su humildad. Ella bien conocía las grandezas que Dios hacía con ella, pero no atribuía nada para sí, ni a sus fuerzas, del bien que tenía. No hubo criatura pura que tan de veras diese la honra a Dios como esta Virgen. Mirad si tiene buenos fundamentos.
7. […]. El que no cabe en los cielos, en tus entrañas se encerró; bien cabrás, pecador, en las entrañas de la Virgen. Señal de predestinación, tener gran devoción a la Virgen.
25. Pregúntoos que me digáis: ¿Cuántos corazones de cristianos hay ahora que pasarían muerte por la honra de la Virgen? ¡Esto es verdad! ¿Qué es eso? ¿Cómo queremos tanto a la Virgen? ¿Cómo hay tanta gente que la ama y que tiene a María escrita en su corazón? Señora, si pudieron tus virtudes prender el corazón de Dios, ¡qué mucho que prendan el de los hombres! Tu cuello, Iglesia es (…). -¿Quién es la cabeza? -Cristo.
-¿Quién es el cuerpo? -La Iglesia. -¿El cuello, quién? -La que traba con sus oraciones el cuerpo con la cabeza, medianera entre Dios y los hombres, más alta que nadie; y cerca de Dios en bondad y alteza y cerca de nosotros por misericordia; más alta que nadie, pero más baja que todos en sus ojos. El cuello de la Virgen torre es. En este cuello mil escudos penden (Cant 7,4), donde se arman los fuertes y a ella se acogen los flacos.
¿Qué haré por la Virgen?
32. -¿Qué haré por la Virgen? Muchos bienes me ha dado Dios por ella; ¿qué haré por ella? -¿Acuérdaseos de aquellas bodas cuando faltó el vino, que dijo la Virgen a su Hijo: «Hijo, no tienen vino, compasión tengo de ellos»? Díjole nuestro Redemptor: Mujer, ¿qué tengo que ver contigo? -«¡Bien lo entiendo!». Vase a los que servían las bodas (…): Todo lo que os dijere mi Hijo hacedlo (Jn 2,5). ¡Qué breve sermón, mas muy compendioso! Aquí predicó tanto como Esaías, San Pablo y San Lucas, y todos los apóstoles y profetas.
(…): Oídme lo que os quiero decir; quizá de la boca de la Madre se imprimirá en vuestros corazones: Todo lo que mi Hijo os dijere hacedlo (Jn 2,5). Y así el mayor servicio que le podéis hacer es hacer lo que manda su Hijo: «Señora, por vuestro amor perdono esta injuria». ¿Tenéis amor malo a mujer?: «Quiero apartarme de ella por vos. Quiero callar, silencio quiero tener por amor de vos; aquello que más me duele hacerlo o dejarlo de hacer, ofrecerlo por la Virgen».
Que quererla bien y no imitarla, poco aprovecha. Imitémosla en la humildad y en las demás virtudes; porque ella es el dechado de quien hemos de sacarlas; y haciendo esto nos alcanzará gracia y después gloria.
Fuente: http://sanjuandeavilaconferenciaepiscopal.es/
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