Tenemos dos interesante testimonios del 18 de noviembre de 2024 de Santiago y de Emma del grupo de adultos, ¡no os lo perdais!
Participar en este curso con el libro El Credo en Imágenes, el arte como manifestación de la fe ha sido una experiencia profundamente enriquecedora. Semana tras semana, hemos descubierto cómo cada parte del Credo se refleja de manera maravillosa en obras de arte llenas de significado. Este recorrido nos ha permitido no solo contemplar el arte, sino también comprender y vivir nuestra fe de una manera más cercana y tangible, iluminando el amor de Dios y de nuestro Señor Jesucristo.
En gran parte, este logro ha sido posible gracias a nuestros sacerdotes, quienes con tanto esfuerzo, dedicación y cariño han preparado cada una de las sesiones. Su capacidad para explicarnos los cuadros, su contexto histórico y su riqueza espiritual ha sido extraordinaria. Además, la reunión final fue un auténtico broche de oro: la presentación de reproducciones de cuadros del Museo del Prado estuvo llena de sensibilidad y profundidad, y el pequeño ágape posterior nos hizo sentir más unidos como comunidad.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento por todo el trabajo a todos los que han hecho posible este grupo, sacerdotes y todos los que se han interesado por mantener el mismo. Este espacio ha sido mucho más que un curso; ha sido una oportunidad para crecer juntos en la fe y para sentirnos verdaderamente parte de la Iglesia.
Por eso, animo a todos los adultos de nuestra parroquia a que se incorporen. Este no ha sido solo un curso de arte, ha sido una experiencia transformadora. Es un lugar donde puedes redescubrir tu fe, conectar con otros y vivir la riqueza de nuestra tradición cristiana.
Si sientes que Dios te llama a acercarte más a Él, este grupo es el lugar perfecto para responder. Te aseguro que saldrás con una fe renovada, con gratitud en el corazón y un deseo aún mayor de vivir el Evangelio. ¡Te esperamos con los brazos abiertos!
Santiago.
UNA NOCHE EN EL MUSEO
Aquel 18 de noviembre no iba a ser una reunión más del Grupo de Adultos. Nuestro diácono Enrique nos había convocado para darnos una sorpresa. Llevábamos un año entero revisando el CREDO a la luz de la pintura, cada oración del CREDO nos llevaba a una representación artística de un pintor distinto con el común denominador de que cada cuadro que analizábamos estaba en el Museo del Prado. La idea la propuso el padre Rafa al inicio del curso para lo cual se aprovisionó de un libro al efecto, “El CREDO en imágenes”. La idea nos entusiasmó y sin darnos cuenta el Padre Rafa nos fue introduciendo en un mundo lleno de conocimiento, sorpresas, misterios y ¡cómo no!, arte y belleza, palabras que hoy ya nos son sinónimas. Enrique, nuestro diácono, tuvo que retomar el curso en sus últimas sesiones debido a la cargada agenda del P. Rafa y lo hizo, hay que decirlo, con dedicación, firmeza y responsabilidad. No sé si se hizo un doctorado rápido en el tema (¡al estilo Sánchez…!) pero su gran profundidad en la interpretación teológica de los cuadros nos abría a discusiones que, como debe ser, no se cerraban nunca sino que daban pie a un examen personal sobre nuestra fe. Y éste fue el gran papel del P. Rafa y de Enrique en este gran curso.
El arte religioso no se reduce a unas imágenes sacadas de un relato de la Biblia sino que contienen siglos de sabiduría, doctrina, pensamiento, historia, teología y posicionamiento del pintor quien coloca al buen observador en un jeroglífico que hay que resolver y del que sólo saldremos desde el conocimiento y la fe. Todos los cuadros que analizamos son libros de historia de la Iglesia y de su doctrina. Nada está pintado en el cuadro al azar: una mirada, una postura, un tono de color, un zapato, un ornamento…. un suelo ajedrezado! Y así podemos decir que no hay cuadro fácil pero sí hay cuadros muy complejos. El buen pintor habla para los demás, nunca para sí mismo, y para ello se prepara, estudia, consciente de una responsabilidad que carga sobre sus hombros y disfruta. El artista empieza por invitarnos a entrar en su mundo, un mundo universal que por eso también es el nuestro y nos lleva a un momento concreto donde nos coloca y nos apela a tomar una posición y de esa forma nos descubre a nosotros mismos, nos delata porque nos desnuda el alma al obligarnos a poner en esa imagen toda nuestra conciencia, nuestros deseos, nuestros límites y nuestro mundo interior. Mirar verdaderamente un cuadro, agota y al agotarnos crecemos.
Aquel 18 de noviembre no iba a ser una reunión más del Grupo de Adultos. Enrique quiso traernos el Museo del Prado a la parroquia y lo consiguió. Diferentes salas temáticas se abrían en el segundo piso de la Parroquia donde se exponían cuadros que respondían a diferentes momentos de la vida de Jesús: la Sala del Gozo, la Sala de la luz, del Sufrimiento y finalmente la Sala Gloriosa donde, como no podía ser de otro modo, nos esperaba un “banquete” ofrecido por el grupo en honor y agradecimiento al Padre Rafa y a Enrique, no el banquete celestial, que ése seguro ya les vendrá a su tiempo, sino otro muy terrenal a base de vino y jamón, un “banquete” por su entrega, tiempo, esfuerzo y preparación con un objetivo último en sus manos: acercarnos un poco más a Dios. Y es que no trajeron ese día el Museo del Prado a la parroquia, sino que, haciéndolo todos los lunes, han conseguido que llevemos ya todos un trocito de Museo de arte religioso dentro de nuestros corazones.
Emma.
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