Con este reportaje llegaremos al final del viaje, pero, como alguna vez se dice, la peregrinación continúa…
El día 31 de agosto de 2024 celebramos la Eucaristía en la preciosa iglesia de Notre-Dame de Cholet. A continuación, tuvimos el traslado a Lourdes donde, después de pasar por el hotel, participamos en el magnífico Rosario de antorchas por la explanada del Santuario.
El domingo 1 de septiembre celebramos la Eucaristía y tuvimos tiempo de visitar el Santuario de Nuestra Señora y la gruta donde la Virgen se apareció a Santa Bernardette.
Tenemos los testimonios de tres peregrinos: Juan Carlos, Lorena y Noemi que nos cuentan cómo lo han vivido. ¡Muchas gracias por compartirlo!
Dicen que no se puede hacer una peregrinación y quedar indiferente a ella. Y que cada peregrinación que hacemos deja una huella en nosotros.
En mi caso esta peregrinación la esperaba desde hace tiempo, y por supuesto no ha defraudado.
Hemos vivido días de amor en la fe, unidos a nuestra Señora, y en comunidad.
Cada uno ha recibido tantas gracias personales que las dejamos en lo más íntimo de nuestra alma agradecida junto a los bellos deseos y propósitos.
Poco más puedo decir, solamente decir que toca dar las gracias y continuar este espíritu vandeano de almas nobles enamoradas de la Virgen.
Gracias.
Juan Carlos.
¡Atentos, porque la batalla se libra en nuestro corazón cada día!
Siempre disfrutamos mucho en familia en las peregrinaciones, pero esta ha sido además una ocasión de redescubrir la historia de una forma muy especial, dándonos testimonio de cómo el fervor de la fe puede dar la fortaleza para pasar por tantas pruebas y ser capaces tener claro cuál es la verdadera libertad y no la falsa, aunque se quiera imponer con mentiras o incluso a la fuerza.
El ejemplo del pueblo de la Vendee, estos campesinos, artesanos y nobles católicos que pusieron en jaque a la Revolución y derramaron su sangre, defendiendo la verdad tan claramente representada en las insignias del sagrado corazón de Jesus que llevaban cual escudo sobre el pecho, cosidas en sus ropajes, nos sirva de recordatorio para no dejarnos confundir, y tener la certeza de que en nuestra vida cotidiana, con nuestros actos y decisiones, damos testimonio del amor de Cristo en el mundo. Cada día es una nueva oportunidad y la batalla del bien y del mal se libra en cada rincón, en cada corazón y debemos estar atentos y preparados.
Me asombra la capacidad de perdón y misericordia que demostraron, que solo es posible con la fe, y de dar la vida por la verdad. Ha sido absolutamente inspirador y vuelvo a casa con el deseo de que S. Luis María de Monfort que sembró esta semilla del amor a María y por ella a su hijo, en este rincón de Francia, interceda para que a todos, se nos conceda ese fervor y esa claridad de miras, en esta sociedad cada vez más relativista y donde el mundo nos vende una idea contraria, disfrazándola con palabras bonitas pero que carecen de su verdadero significado, como ha ocurrido tantas veces en la historia.
Como nos mostró el general Charette, la mejor forma de evangelizar es con nuestro testimonio de vida, o como él decía “con una sola mirada que capte el gesto, bastará. Nunca se pierde nada”.
En clave de la experiencia que hemos vivido estos días, “un solo penacho puede hacer girar el viento de la historia”. Voilà.
Lorena L.
Durante esta semana he podido conocer historias y lugares impresionantes y muy especiales, desde Burdeos hasta Lourdes pasando por la Vendée y por el Puy du Fou de Francia acompañada de una gran parte de la comunidad parroquial. Esta peregrinación me ha permitido encontrarme también con personas maravillosas que me han inspirado. Toda la semana ha estado sembrada de detalles de amor del Señor y de la Virgen.
La Virgen sabe bien lo que cada uno necesita y a mí me fue regalando motivos para rezar y para agradecer tanto bien que me hace. Y así, poco a poco, fue preparando mi corazón para nuestro encuentro en Lourdes.
El primer día, empezamos celebrando la eucaristía en la iglesia Sainte Marie la Bastide en Burdeos. Me sorprendieron el cariño y la sencillez con los que tanto el párroco como los feligreses se unieron a nuestra celebración en español. También me emocionó la alegría de la estudiante argentina que llevaba mucho tiempo sin escuchar una misa en español y que se unió a nuestro grupo para guiarnos por la ciudad.
El martes en Saint Laurent sur Sèvre tuve la oportunidad de renovar mi promesa a la Virgen en la basílica Saint Louis Marie Grignion de Monfort. Después de un tiempo de preparación, de haber leído su “Tratado de la verdadera devoción” y de haberme consagrado a María el 8 de junio en nuestra parroquia, ha sido maravilloso poder renovar mi entrega cerca de él. También tuvimos la ocasión de conocer algunas anécdotas de su vida de la mano de Monsieur Bertrand Lemaire, un arquitecto, escritor y librero, enamorado de la Virgen y de la espiritualidad del Santo de Monfort, que nos acogió con mucho cariño.
Las visitas a lugares de la Vendée como el refugio de Grasla o el Logis de la Chabotterie nos han ayudado a conocer la historia de la región y de la Revolución Francesa desde otra perspectiva. Durante nuestro paseo por el bosque de Grasla el guía nos recordó que no hay que quedarse con el odio sino con la valentía, con la esperanza y con la fe. En el Puy du Fou disfrutamos de todos los espectáculos. A mí, me llegó de una manera especial la función que se desarrolla en un coliseo (le Signe su Triomphe) en el que un soldado romano convertido al cristianismo defendía a los galos frente al emperador.
Aunque los lugares y paisajes hayan sido impresionantes, no habría peregrinación sin convivencia, sin compañeros de camino. No creo que haya palabras para describir el agradecimiento que siento por haber podido participar en este viaje: además de desempolvar el idioma (cada interacción y cada traducción han sido un regalo), me he sentido muy mimada y querida. La “culpa” ha sido en gran parte de todos aquellos que habéis peregrinado conmigo por haberme regalado tantas palabras y tantas sonrisas. En vosotros se hace realidad el versículo de la escritura: “En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros” (Jn 13, 35) y amor ha habido en abundancia.
Y como broche para nuestra peregrinación, nos desplazamos hasta Lourdes. Esta ha sido mi primera vez en un santuario mariano y, además, he tenido la suerte de que esto haya sucedido precisamente el año en el que me he consagrado a la Virgen. El rosario de antorchas en la explanada -absolutamente impresionante- no pudo ensombrecer el momento de intimidad que pude vivir en la gruta frente a María.
Allí, rezando en silencio, hablándole de corazón a corazón, pude recordar que los planes de Dios son perfectos y que todo tiene un sentido, aunque a veces, de cerca, en el día a día, no podamos entenderlo. Ver la peregrinación, todo lo ocurrido durante este año y mi vida con perspectiva y poner todo ello a los pies de nuestra Madre en Lourdes me ha ayudado a entender que todo es gracia, que, aunque siempre nos toca elegir entre lo fácil y lo correcto, lo correcto es sencillo si caminamos de su mano y que no hay medio más seguro, fácil, rápido y perfecto para llegar a su hijo: “A Jesús por María”.
Noemi
Lourdes: “No te prometo hacerte feliz en este mundo, sino en el otro”
Extracto de la Homilía del papa Benedicto XVI en el 150º aniversario de las apariciones en Lourdes
Hace ciento cincuenta años, el 11 de febrero de 1858, en el lugar llamado la gruta de Massabielle, apartada del pueblo, una simple muchacha de Lourdes, Bernadette Soubirous, vio una luz y, en la luz, una mujer joven “hermosa, la más hermosa”. La mujer le habló con dulzura y bondad, respeto y confianza: “Me hablaba de Usted (narra Bernadette) … ¿Querrá usted venir aquí durante quince días? (le pregunta la Señora) … Me miró como una persona que habla a otra persona”. En la conversación, en el diálogo impregnado de delicadeza, la Señora le encarga transmitir algunos mensajes muy simples sobre la oración, la penitencia y la conversión. No es de extrañar que María fuera hermosa, porque, en las apariciones del 25 de marzo de 1858, ella misma revela su nombre de este modo: “Yo soy la Inmaculada Concepción”.
Contemplemos también nosotros a esta Mujer vestida de sol de la que nos habla la Escritura (cf. Ap 12,1). La Santísima Virgen María, la Mujer gloriosa del Apocalipsis, lleva sobre su cabeza una corona de doce estrellas que representan las doce tribus de Israel, todo el pueblo de Dios, toda la comunión de los santos, y a sus pies la Luna, imagen de la muerte y la mortalidad. María ha dejado atrás la muerte, está completamente revestida de vida, la vida de su Hijo, Cristo resucitado. Así es signo de la victoria del amor, de la bondad y de Dios, dando a nuestro mundo la esperanza que necesita. Volvamos esta noche la mirada hacia María, tan gloriosa y humana, dejándola que nos lleve a Dios que es el vencedor.
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