Nuetro seminarista Rafael ha querido hoy compartir esta meditación correspondiente al cuarto martes de Cuaresma. Que nos ayude a todos a permanecer junto al Señor.
Martes IV Cuaresma (24-03-2020)
“Levántate, toma tu camilla y echa a andar.”
Hoy Jesús se acerca a aquella piscina milagrosa, toda ella abarrotada de enfermos, que estaban ahí “echados”, esperando una curación que nunca llegaba. Es una situación que puede resultarnos ahora muy familiar… La vemos en las noticias, o cerca de nosotros, puede que ya incluso en nuestras propias familias. Aunque, pensándolo bien, sería bueno empezar hoy mirándo nos así a nosotros mismos. Porque solidarizarme, vale; rezar por ellos, está muy bien; pero puedo mirar más allá, y darme cuenta de que no estoy yo mucho mejor que todos ellos. Ver que yo también estoy enfermo, postrado, y quizá bastante más desesperado que los de aquella piscina o los de estos hospitales. ¿Porqué? Por todas mis miserias (que quizá en la convivencia en casa de estos días percibo más que nunca), mis dudas, mis “tinieblas”, mis pecados –de los que parece que nunca consigo levantarme–… En definitiva, por todo aquello que me impide caminar, que no me deja avanzar en la vida con esperanza.
Entonces entra en la historia aquel paralítico, ¡casi cuarenta años allí postrado! “No tengo a nadie que me meta en la piscina”, dice con resignación, casi con desesperanza (aunque permanece allí, eso sí). También nosotros podemos contemplarnos así hoy. Nos hará mucho bien mirarnos a nosotros como un enfermo más, esperando casi resignados una curación aparentemente imposible… cuando ni siquiera tenemos a un sacerdote cerca que nos pueda “meter” en la piscina que nos cura, la del Señor. Descubrirme así, necesitado, que nada puedo hacer sino viene Otro y hace un verdadero milagro. Y, a pesar de todo, permanecer, permanecer junto a la piscina. Aunque los acontecimientos aparentemente inviten a desesperar… permanecer hoy en la oración, en la confianza, en la espera, en el Señor.
Y en un momento que nos resulta desbordante (“lo peor está por llegar”, decía alguno), donde parece que el agua de la muerte nos llega al cuello, e incluso cuando apagamos la televisión y nos encontramos que en casa tampoco es fácil aguantar (y aguantarnos), y que nadie nos va a sanar… El Señor responde.Y lo hace con un a fuerza muchísimo mayor. Hoy nos habla por boca de Ezequiel de un agua muchísimo más desbordante, llena de vida, que lo renovará todo. Y esta agua no es otra que la del Amor que brota del Corazón de Cristo abierto de par en par. El Amor que mana de este nuevo Templo (siempre abierto, aunque nuestros templos hoy estén cerrados). Por lo tanto, déjate hoy inundar, déjate anegar por este Amor, en la situación en la que te encuentras, a través de cada acontecimiento que vivas hoy. Mira a Jesús, que aparece hoy en medio de tu sufrimiento, de tu enfermedad, de tu pecado, y te dice: “¿quieres quedar sano?”. “Levántate, toma tu camilla y echa a andar”.
Rafael, Seminarista.
Descargar: Meditación martes IV de cuaresma.pdf
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