Meditación. Jueves Octava de Pascua (16 – 4 – 2020)

Nuestro seminarista Antonio comparte hoy jueves de la Octava de Pascua la siguiente meditación.

Jueves Octava de Pascua (16 – 4 – 2020)

“¿Qué es el hombre para que te acuerdes de Él?”

“Aterrorizados y llenos de miedo” estaban los Apóstoles cuando se les aparece Jesús Resucitado. Era miedo a los judíos que los matarían por creer en Cristo, miedo a la misión a la que se les llamaba… ¿Había algo más? Sí. Era miedo porque se daban cuenta de que, como tú y como yo, eran pecado y nada.

Detente un momento ante tu nada, ponte en silencio y recógete en oración. Toma un espejo y mírate cuantas veces quieras. Pregúntate “¿Qué es el hombre para que te acuerdes de Él?” ¿Qué soy yo para que te fijes en mí? Somos los más necesitados de misericordia de todas las criaturas. Te rebelas, te quieres poner sobre Dios tomando decisiones sin Él, y viendo tu debilidad, en vez de reconocer tu error, al oír su voz dices: “me dio miedo, porque estaba desnudo, y me escondí”. Tu pecado te despojó de la
vestidura blanca de la vida eterna, pero todo empezó de nuevo en una cruz.

¿Para qué fuiste bautizado? Para descender hasta recordarte que “eres polvo y al polvo volverás”, pero que Dios te ha salvado de la charca fangosa de tu pecado y ha puesto tus pies sobre roca, la roca de la fe en Cristo, el Señor, el Salvador. Por Cristo, Dios te ha hecho “poco inferior a los ángeles”, te ha elevado del polvo a la vida junto a Él, a sentarte con Cristo a su derecha. Soy Indigno, sí, de merecer tanto amor y misericordia.

¡Qué hermosa es tu vida a los ojos de Dios! Por eso, “aunque renegasteis del Santo y del Justo”, Jesús hoy se presenta ante ti y te dice: “Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona […] ¿Por qué surgen dudas en vuestro corazón?”. Soy yo, al que taladras manos y pies con tus pecados, pero que una y mil veces resucitaré para devolverte la alegría, la esperanza de la salvación. No tengas miedo, porque yo guardo las llaves de la muerte y de los abismos, porque yo soy el Alfa y la Omega de tu historia.

Esta es tu fe, esta es tu responsabilidad, no lo olvides. Ahora es el tiempo de hacer vida la amistad salvadora del Hijo de Dios que te amo hasta el extremo, no la descuides.

Antonio, seminarista

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