Escritos de San Juan de Ávila: Haced esto en memoria mía

San Juan de Ávila nos habla en muchas ocasiones del Cuerpo de Cristo, en Sermón 38 se fija en las palabras de Cristo ‘Haced esto en memoría mía» que nos dijo en la Última Cena.

Exordio: Dios presente en la memoria

Cuando en la sagrada Escritura oyéredes alguna palabra que Jesucristo diga para que lo tengamos en la memoria y se nos acuerde de El, podemos pensar que lo hace por una de dos cosas: o porque es tan celoso que, por lo que cumple a El, quiere que no le olvidemos, porque de ello se le sigue interés, o, mirándole con otros ojos, pensemos que es tan amoroso y manso que nos lo manda por nuestro provecho y porque El sabe el gran bien que de hacerlo se nos sigue.

Lo primero, es imposible caber en Dios que diga: «Acordaos de mí,porque yo gano algo de ello por el bien que tengo yo de haber». ¿Por qué? Porque, si Dios pudiese ser una migajita más de lo que es, no sería Dios. Es Dios inmenso, infinito, perdurable, sumamente bueno. Asiente, pues, bien en el corazón quien a Dios quiere servir que, si Dios manda: «Acordaos de mí, haced esto en memoria mía», es por el grandísimo bien y provecho que de ello se nos sigue. Hermano, mira; si Dios te dice: «‘Sé pobre, no desees; las riquezas; sé humilde, no seas soberbio»; si Jesucristo dice que sufras la deshonra y no ames y quieras ser honrado; si te dice que dejes los malos deleites de la carne; si todo esto te dijere, asiéntalo en tu corazón, cree que te lo dice por tu bien, aunque tú no ves el bien que de ello se te siga.

—Señor, ¿qué es el bien que tengo yo de haber de esto? ¿Para qué, Señor, decís que os tengamos en la memoria? —Para que sepas, cristiano, y tengas fijado en la memoria: «Los ojos de Dios me miran. Si en mi casa, los ojos de Dios me están mirando. Si en mi retraimiento encerrado, donde pienso que nadie me ve, los ojos de Dios, que resplandecen más que el sol, me están acechando». Y teniendo esto en tu memoria, digas: «¿Cómo delante de tan soberana alteza tengo yo de hacer cosa tan baja y vil? ¿Cómo delante tan profunda limpieza pensaré yo pensamiento tan sucio? ¿Cómo teniendo yo a Jesucristo delante mis ojos, que es suma humildad, osaré ser
soberbio?»

San Juan de Ávila. 1746. Pierre Subleyras. Óleo sobre lienzo, Museo de Birmingham. Gran Bretaña.

Si siempre tuviésemos en la memoria: «Los ojos de Dios me están mirando y están delante», no haríamos tantos males como hacemos. Los mozos perezosos, mientras sus amos están delante, hacen lo que han de hacer bien hecho; en quitándose el amo de allí, luego se descuidan. Mientras el cristiano se acuerda de Dios, sabe que hay Dios que lo está mirando, está bueno, anda en el camino de Dios como ha de andar, está muy contento y consolado. Cuando no se acuerda de Dios, en perdiendo a Dios de su memoria, luego se hace flaco, tibio, luego desconsolado, luego le pesa cada pie un quintal para entender en cosas de Dios. ¡Grande remedio, hermanos, para las ánimas y cuerpos es tener a Dios en la memoria!

Llégate a comulgar muchas veces

Allégate a este santo Sacramento muchas veces, si quieres gustar qué cosa es Dios. Y si quieres que tu ánima esté consolada, llégate al altar, y allí hallarás también la memoria de la pasión. El ara la cruz significa donde Jesucristo fué puesto; los corporales, la sábana donde fué envuelto; el cáliz, el sepulcro donde fué sepultado. Gozarás de los dos remedios principalísimos para tu ánima, memoria de la pasión, frecuentación en recebir el Santísimo Sacramento.

[…] Y mira también el tiempo en que Jesucristo te dijo: Haced esto en memoria mía; que fué queriendo padecer y morir por amor de quien lo dijo. Llégate a comulgar muchas veces con devoción, ten en la memoria la pasión de Jesucristo, la institución de este Santísimo Sacramento. Y con la frecuentación de él alumbrarte ha Jesucristo el corazón para que no caigas en errores; esforzará tu ánima para entender en cosas de su servicio; confortará tu ánima, y consolarla ha; hará que seas misericordioso, humilde, casto, continente, caritativo para con los prójimos; darte ha su gracia y después gloria,

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El Corpus Christi. Arcadio Más y Sondevila. Hacia 1887. Óleo sobre lienzo, 95 x 140 cm
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