Con motivo del día del seminario que celebramos este domingo 18 de marzo, nuestro seminarista José Luis Martín (Joselu) ha querido compartir con todos nosotros su testimonio.
Gracias Joselu por el testimonio, por tu vocación y por tu colaboración en la parroquia. Rezaremos por tí y por los otros seminarista de la Diócesis.
Testimonio.
Celebrar el día del seminario siempre es un gozo y una alegría. Este año tengo la suerte de poder compartir con vosotros las maravillas que el Señor ha ido haciendo a lo largo de mi vida. He de decir que el auténtico y único protagonista de esta historia es Aquel que murió y se entregó por mí. Por ello mi alma pretende proclamar la grandeza del Señor y alegrarse en Dios mi Salvador, porque ha hecho obras grandes por mí y Su nombre es santo.
Durante toda mi vida la presencia de Jesús siempre ha sido muy cercana, aunque muchas veces ni yo mismo lo supiera. De ello tengo que dar muchas gracias a Dios y al regalo que me ha concedido con mi familia, que siempre ha sido un cauce de misericordia divina y que me ha enseñado, con su mismo ejemplo, a descubrir a Jesús en la vida de cada día y a amarlo cada vez más. Gracias a ello con tan solo 8 años tuve la suerte de que el Señor me mostró Su voluntad siendo yo aún muy pequeño, cuando Él mismo, por medio de un sacerdote, me invitó a ser su servidor en el altar siendo monaguillo (ahí radica la importancia de cuidar la pastoral de estos niños, que a simple vista parece poco fecunda, pero si se cuida y apoya, el Señor se derrama copiosamente). Fue una experiencia que no me dejó indiferente pues Jesús se empezaba a insinuar a mi corazón de una manera muy atrayente, y empezaba a descubrir un deseo en mi corazón que buscaba algo más; estaba muy seguro y muy contento de mi vocación y quería amar al Señor por encima de todo, aunque en mi pequeña cabeza de niño no lograra comprenderlo todo acerca del sacerdocio.
Al llegar la etapa de la adolescencia y descubrir mi natural atracción por las chicas, mi vocación se nubló y se enturbió un poco; dejé de ser monaguillo y me alejé de todo aquello que había vivido, y pensé que el Señor se había equivocado conmigo. Construí otros dioses a los que adoré, y pretendí colmar mis más profundos deseos del corazón en la búsqueda de una chica que correspondiese a lo que yo buscaba. Pero por muchas novias que se tengan y por muchas chicas que haya sobre la faz de la tierra, si el Señor llama y toca el corazón, su llamada es siempre más fuerte que todo lo demás y termina por reafirmarse más que antes. Y esto me pasó en un campamento en el año 2013 con 15 años cuando el Señor me dijo: “Soy yo, el Mesías, el que te habla, el que te llama, el que te ama”. Y este hecho cambió mi ser por completo para siempre, al redescubrir aquella llamada que colmaba los deseos más profundos de mi corazón.
Y a partir de ahí, el corazón se vuelca del todo en Él, y ya no existe nada más en el mundo que no sea ÉL. Se empieza a cuidar la misa, los sacramentos, la dirección espiritual, en definitiva, todo aquello que sea del Señor. Se encuentra también un gozo especial en todo lo que el Señor pone en la rutina, se descubre a Jesús en todo aquello que uno vive día a día. Asimismo, Jesús también se encarga de ir poniendo cada cosa en su sitio y de irme afianzando con su Palabra y su fidelidad, para que mi llamada no se convierta en un mero fervor pasajero.
Y así pasaron 3 años de fidelidad, de ir dando pequeños pasos, de ir aprendiendo a rezar, aprendiendo a cuidar de Él, de ir conformando mi vida poco a poco con la suya, hasta que en septiembre de 2106, más concretamente el día 18, entré en el seminario, lo cual ha sido la decisión más gozosa y feliz que he tomado nunca.
El seminario se compara con aquello que Jesús hacía con sus apóstoles: “Después subió al monte, y llamó a los que él quiso; y vinieron a él. Y estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar” (Mc 3,13-14)
Y esto me parece lo más importante del seminario. Jesús llama a los que Él quiere, siguiendo su criterio y no los del mundo, porque para eso es Dios. Tras esta llamada, los que le queremos seguir vamos con ÉL, y Jesús nos lleva al seminario ni más ni menos, que a estar con Él, vivir con ÉL, y prepararnos para que algún día, nos envíe a predicar y a ser presencia viva de Él en este mundo tan necesitado de su Amor y de su Redención.
Que jóvenes como yo decidan seguir con esta radicalidad a Jesús y a su evangelio se debe a que, un día el Señor nos tocó el corazón y nos llamó para que fuésemos como ÉL y seamos para ÉL. Y cuando descubres que en esta vocación está en juego tu vida y tu salvación y la de muchos otros, que tu vida vale ni más ni menos que la sangre de Cristo muerto en la cruz, te das cuenta de que tienes el deseo de entregarte del todo a Él y de que todo tu amor, toda tu capacidad de amar, la pones a Su servicio y al de Su Iglesia; y aunque te cueste la vida y tengas que llevar muchas cruces, porque en la cruz está el Señor con nosotros y detrás de ella siempre está la gloria de la Resurrección, vale la pena desgastarse por Él.
Y para acabar me gustaría pedir vuestra oración siempre tan importante, porque para que gente como mis hermanos seminaristas y yo estemos donde hoy nos encontramos, hace falta la plegaria sincera de mucha gente, para que el Señor conceda fortaleza a los que está llamando y fidelidad a los que ya ha llamado. Por ello mi último deseo es que recéis por mí, por mi vocación, por todo nuestro seminario (especialmente por Nacho, el otro seminarista), por todos los sacerdotes, y por aquellos a los que el Señor llama, pero no se atreven a seguirle para que el Señor pueda ser conocido en el mundo entero.
Contad también con mi oración sincera por vosotros y por vuestras familias para que el Señor os haga partícipes de las maravillas que hace en su Iglesia a través de vuestra oración.
¡Un fuerte abrazo en Cristo!!!!!!
Joselu
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