Acompañados de más de 700 peregrinos de distintas parroquias de la diócesis de Getafe que se organizaban por autobuses, caminó el grupo con dos parroquias de Leganés (San Isidro Labrador y Nuestra Señora de Zarzaquemada) el vicario Tin y el párroco de Zarzaquemada, Aurelio.
Salieron en bus el viernes, después de celebrar la misa, con la intención de dar la vida, encomendar el curso a la Virgen, pasar un buen fin de semana o conocer gente. Tras una divertida velada en Puerto de San Vicente preparada por los seminaristas, y rezar completas, fueron a descansar para prepararse para una intensa jornada.
El sábado madrugaron para desayunar, rezar laudes y ponerse en camino a Alía, caminando con los pies y avanzando con el corazón. Por el camino iban cantando y hablando, abriendo su corazón, confesándose, rezando el Rosario y haciendo oración en silencio. Después de comer en Alía, se ducharon y tuvieron un tiempo para hablar por grupos sobre la importancia de forma parte de un grupo cristiano en el que crecer en la fe. En la iglesia del pueblo celebraron la misa, en la que se dijo que la crisis que hay es de santos. Después de cenar, rezaron en una Hora Santa, en la que se encontraron cara a cara con Aquel que les ama y no quiere que se separen de Él.
El domingo se pudieron de nuevo en marcha después del rezo de laudes y unas palabras del obispo D. Joaquín, quien caminó con los peregrinos. Durante la caminata, fatigados pero deseosos de llegar a la meta, los jóvenes se ayudaban y animaban para seguir hasta el final.
Entraron en el pueblo de Guadalupe jubilosos entre cantos y gritos a la Virgen y a Cristo, dando un testimonio de Iglesia alegre y unida que sigue a su obispo. Allí, en el monasterio, celebraron la misa presidida por Mons. López de Andujar, en la que aprovechó para despedirse de los jóvenes de la diócesis y les animó a no dejarse arrastrar por el individualismo, el materialismo y el relativismo.
Volvieron descubriendo que Dios es lo único que pueden llenar su vida, valorando el significado del Rosario, deseando ser santos y llevar a los demás el don de la fe que han recibido.