Nuestro seminarista Antonio comparte hoy, quinto domingo de cuaresma la meditación para el día de hoy. Que nos ayude a todos a esperar en el Señor.
Domingo V Cuaresma (29 – 03 – 2020)
“Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá”.
Estamos ante la última subida: Jerusalén, la última cima, la cumbre pascual. Cristo va delante y nosotros le hemos seguido, con el corazón atento a cada gesto, cada palabra que Él nos ha dejado cada domingo. Repasa un momento. El demonio le ha tentado con el mundo y Él ha renunciado porque sólo “al Señor, tu Dios, adorarás”. ¿Quién es el que dice esto? Dios mismo, manifestado en su Hijo que “se transfiguró delante de ellos”. Dios mismo, que viene a traer el “agua que salta hasta la vida eterna” incluso a los
alejados como la samaritana que tienen sed de plenitud. Dios mismo, que viene a curar la ceguera del hombre para que, como el ciego de nacimiento, puedas decir “ese es”.
Antes de llegar a Jerusalén, el Señor recibe la noticia de que su amigo Lázaro “el que tú amas está enfermo”. Deja pasar los días y su amigo a muerto. Ahora es el momento, “vamos otra vez a Judea”. Los discípulos están atónitos: ha dejado que se muera su amigo y además se alegra “de que no hayamos estado allí, para que creáis”. Entonces, el Señor ¿es ajeno a mi dolor? ¿No le importa que tenga miedo, agobios, que me cuesta estar en casa, que estoy enfermo, aislado, en el hospital, en la UCI, que he perdido a un ser querido? Nada de eso. Ha esperado en silencio “para que creáis” y ahora viene a
darte la respuesta, el signo, la palabra de esperanza.
El Señor desciende a Betania, a tu vida actual, al lugar donde se va a revelar la gloria de Dios. Se encuentra primero con Marta. Está parada ante Él, igual que tú, la que le seguía y vivía “inquieta y preocupada con muchas cosas”: casa, estudios, trabajo, vida social… Hoy todo se ha detenido ante el miedo, el dolor y la muerte. “Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano”. ¿Para qué rezo? ¿Dónde estás? Es bueno dudar. Marta no pierde la esperanza: “todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá”.
Llega María, más desolada aún. Nuevamente oye ese grito: “Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano”. Es el grito que hoy lanzan tantos hermanos a tu lado: “desde lo hondo a ti grito Señor, Señor escucha mi voz”. Jesús lo escucha y “Jesús se echó a llorar”. Contempla al que sentías ausente como llora por ti, por tu hermano, contigo. Sí le importas y le importa lo que está sucediendo estos días, pero Él espera porque “esta enfermedad no es para la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella”. ¡He aquí nuestra esperanza!.
Hemos nacido con la condena a la muerte y Cristo no lo cambiará, sino que espera a que la muerte se consume hasta el final. Nosotros buscamos preservar la vida, o al menos que la resurrección nos traiga una vida igual. Hoy se nos anticipa lo que en dos semanas va a acontecer y va a renovar tu vida. ¡La resurrección es el paso de la vida a la vida del Hijo! “Quitad esta piedra” dice ante el sepulcro de Lázaro. ¡Rueda la piedra de tus ojos para que creas que la muerte no es el final sino el paso, la Pascua a la vida eterna!
Muchos desecharán toda esta esperanza, pero “vosotros no estáis en la carne, sino en el Espíritu […] Y si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús también dará vida a vuestros cuerpos mortales”.
Pídele al Señor que te conceda esta esperanza: “mi alma espera en el Señor, espera en su palabra”. Espera en Él, espera en medio de la duda, del miedo. Pídelo que no seas ajeno al dolor humano, que como Él, puedas llorar. Dice el Papa Francisco en Christus Vivit que “aquellos que llevamos una vida más o menos sin necesidades no sabemos llorar […] Cuando sepas llorar, entonces sí serás capaz de hacer algo de corazón por los demás”. Llora también, sabiendo que a partir de ahí las puertas del cielo se abren de par en par para que oigas nuevamente: “Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá”, porque “yo, el Señor, lo digo y lo hago”.
Antonio, seminarista
Descargar: Domingo V Cuaresma (29 – 3- 2020).pdf
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