La práctica cristiana propuesta por nuestros sacerdores para este mes de enero es rezar por alguien que sufre.
Santo Tomás de Aquino se pregunta por la oración de Jesús y explica que el Señor no es capaz de hacer por sí solo lo que quiere, salvo con el recurso en su oración al poder divino; por ello, si Jesús como hombre necesitaba rezar y pedir, ¡Cuánto más nosotros!
Cuando rezamos por una persona nos convertimos en portadores de Dios y expresamos nuestra solidaridad con ella; con lo que interceder es transformarnos en cauce de Dios los unos para los otros.
Así habló Jesús y, levantando los ojos al cielo, dijo:
…“Yo te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por estos que tú me diste, porque son tuyos” (Jn 17.9)
La práctica de nuestra oración de petición se desarrollará bajo unas determinadas condiciones. La humildad, bien espiritual apreciado por el Señor; la confianza absoluta otorgada a Dios, por la que nos lleva a pedir con fe; y la persistencia de nuestra invocación, mantenida siempre y sin abandonar. Todas ellas nos encaminarán a la eficacia de la oración, donde petición, alabanza y acción de gracias deben fundirse aun cuando nos parezca que no se responde a nuestras esperanzas – los tiempos en el cielo son distintos a los nuestros.
Texto del Evangelio
«Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para poder cribaros como trigo. Pero yo he pedido por ti, para que tu fe no se apague. Y tú, cuando te hayas convertido, confirma a tus hermanos”» (Lu 22, 31-32)
Ejemplos para la práctica
- Educar en la capacidad de mirar más allá de nosotros para ver quién sufre cerca de mí y quién necesita de mi oración
- Pensar en personas enfermas tanto en el cuerpo como en el alma
- Rezar por la noche por una persona concreta que esté pasándolo mal
- Rezar antes de cenar en la bendición por una persona que esté enferma
- Pedir en la Eucaristía o ante el Sagrario por ellas
- Petición del enfermo
Oración:
María, Divina Enfermera,
cuida mi cuerpo y mi alma:
en el dolor, sosiégame;
en la soledad, acompáñame;
en el miedo, alienta mi confianza.
María de Caná,
alegra mis días.
En la oscuridad, ilumina mi fe;
en la debilidad, impulsa mi ánimo;
en la desesperación, sostén mi esperanza
y hazme testigo del amor de Dios.
Madre de la Misericordia,
si mi vida se apaga,
intercede por mí ante tu Hijo,
vencedor de la muerte,
y cógeme en tus brazos,
Virgen de la ternura.
Prácticas cristianas: