Peregrinación de familias. El final en Lourdes.

Con este reportaje llegaremos al final del viaje, pero, como alguna vez se dice, la peregrinación continúa…

El día 31 de agosto de 2024 celebramos la Eucaristía en la preciosa iglesia de Notre-Dame de Cholet. A continuación, tuvimos el traslado a Lourdes donde, después de pasar por el hotel, participamos en el magnífico Rosario de antorchas por la explanada del Santuario.

El domingo 1 de septiembre celebramos la Eucaristía y tuvimos tiempo de visitar el Santuario de Nuestra Señora y la gruta donde la Virgen se apareció a Santa Bernardette.

Tenemos los testimonios de tres peregrinos: Juan Carlos, Lorena y Noemi que nos cuentan cómo lo han vivido. ¡Muchas gracias por compartirlo!

Lourdes: “No te prometo hacerte feliz en este mundo, sino en el otro”

Extracto de la Homilía del papa Benedicto XVI en el 150º aniversario de las apariciones en Lourdes

Hace ciento cincuenta años, el 11 de febrero de 1858, en el lugar llamado la gruta de Massabielle, apartada del pueblo, una simple muchacha de Lourdes, Bernadette Soubirous, vio una luz y, en la luz, una mujer joven “hermosa, la más hermosa”. La mujer le habló con dulzura y bondad, respeto y confianza: “Me hablaba de Usted (narra Bernadette) … ¿Querrá usted venir aquí durante quince días? (le pregunta la Señora) … Me miró como una persona que habla a otra persona”. En la conversación, en el diálogo impregnado de delicadeza, la Señora le encarga transmitir algunos mensajes muy simples sobre la oración, la penitencia y la conversión. No es de extrañar que María fuera hermosa, porque, en las apariciones del 25 de marzo de 1858, ella misma revela su nombre de este modo: “Yo soy la Inmaculada Concepción”.

Contemplemos también nosotros a esta Mujer vestida de sol de la que nos habla la Escritura (cf. Ap 12,1). La Santísima Virgen María, la Mujer gloriosa del Apocalipsis, lleva sobre su cabeza una corona de doce estrellas que representan las doce tribus de Israel, todo el pueblo de Dios, toda la comunión de los santos, y a sus pies la Luna, imagen de la muerte y la mortalidad. María ha dejado atrás la muerte, está completamente revestida de vida, la vida de su Hijo, Cristo resucitado. Así es signo de la victoria del amor, de la bondad y de Dios, dando a nuestro mundo la esperanza que necesita. Volvamos esta noche la mirada hacia María, tan gloriosa y humana, dejándola que nos lleve a Dios que es el vencedor.

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