Meditación. Martes IV Pascua (05-05-2020)

Hoy cuarto martes de Pascua, nuestro seminarista Rafael comparte con nost

Martes IV Pascua (05-05-2020)

“No perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano”

La primera lectura de hoy concluye: “Fue en Antioquía donde por primera vez los discípulos fueron llamados cristianos.” Es emocionante y alentador pensar que uno forma parte de ese pequeño grupo de “locos” que, desde hace dos mil años, han tenido la suerte —o más bien el don, la gracia— de recibir la “Buena Nueva del Señor Jesús”, de conocer a Cristo y creer en él. Nunca está de más renovar el agradecimiento por este don inmenso…

Somos, pues, de su rebaño, y de nosotros dice el Señor: “Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna.” Es cierto que, además de agradecer, también conviene revisar si esto se está cumpliendo en mí: si de verdad trato de escucharle, si le dejo conocerme —totalmente, sin intentar esconderle lo feo—, si le sigo en mi vida cotidiana… si, en definitiva, hay vida eterna en mí. Si no es así, puede que me crea cristiano y no lo sea tanto. ¿Entonces? ¡Entonces hay que pedírselo! Él es el Buen Pastor que ya me está buscando antes siquiera de que yo haya pensado en volver…

Y hay que tener claro que ser de su rebaño no es ser mejor que el resto, como tampoco lo eran aquellos discípulos, sino que hemos recibido un tesoro. De aquí, y no del afán de ser muchos, es de donde nace el anuncio del Evangelio. Pues este anuncio es el testimonio de una alegría inmensa que no nos cabe dentro, que se refleja en nuestra vida cotidiana (incluso sin palabras), y que hace escuchar a todo el que se acerca aquello mismo que nosotros hemos escuchado: “No perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano”.

Rafael, seminarista

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Yongsung Kim
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