Meditación. Martes III de Pascua (28-4-2020)

Nuestro seminarista Antonio comparte hoy martes III de Pascua la meditación correspondiente.

Martes III de Pascua (28-4-2020)

“¿Y qué signo haces tú, para que veamos y creamos en ti?”

¿A quién sigues? ¿Cómo has comenzado tú a seguir a Cristo? Si te detienes un segundo, puedes poner nombre y apellidos a la persona que te precedió con su predicación: tus padres que te enseñaron a rezar, un amigo del colegio, del trabajo, del grupo de la parroquia, un catequista, un sacerdote… Es decir, que lo primero que nos movió fue observar una personalidad atrayente, que tiene algo que te impresiona y tú quieres tener o imitar.

Esto no es malo, es más, Dios ha concebido así la predicación. Cristo tenía una personalidad que atrajo a muchos hacia sí, sus discípulos, y luego estos a otros hasta que tú seguiste también a alguien. Y ¿Por qué nos atrae? Dice Paul Beauchamp que quien ha sido amado por Dios tan inmensamente sabrá ser testigo de ello y hacerse querer por los hombres. Quien se ha encontrado con el Señor Resucitado ha encontrado al Dios de su vida y de su historia. Experimenta una transfiguración que otros perciben y quieren también para sí, pero no se trata de atraer hacia sí, sino llevar al Padre.

Podemos caer en el error de los que se acercan hoy a Jesús, querer una felicidad que es aparentemente para vivir bien en esta vida. “Pan del cielo les dio de comer” Moisés en el desierto. ¿Y si esa persona deja la fe? ¿Y si se va a otro sitio? Muchos han abandonado la Iglesia porque seguían a hombres atrayentes que luego no sacian la sed de plenitud, y no porque sean malos, sencillamente, no son Dios. No caigas en ese error, mira más
allá de los hombres, mira a Cristo, “es mi Padre el que os da el verdadero Pan del cielo”. Pídele al Señor fijar los ojos en Él, seguirle a Él, porque “Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás”.

Antonio, seminarista

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