Meditación. Martes II de Pascua (21-4-20)

Nuestro seminarista Rafael nos ofrece la meditación correspondiente a hoy segundo martes de Pascua.

Martes II de Pascua (21-4-20)

“El viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu”.

Para poder “nacer de nuevo”, como pide Jesús a Nicodemo, el primer paso es la humildad. Este fariseo, “maestro en Israel”, pensaría con cierta soberbia que ya se lo sabía todo. Y Jesús, con sus respuestas desconcertantes, le va abajando. Puedes pensar que ya te lo sabes todo, que Dios no te va a sorprender. Atrévete a dejarte provocar por las respuestas de Jesús, a permitir que rompa tus pobres esquemas sobre cómo debe ser Dios, sobre cómo tiene que funcionar mi relación con Él, etc.

En una de sus respuestas, Jesús le dice: “el viento sopla donde quiere”. Se refiere a la acción del Espíritu. Un cristiano no es sólo quien cumple unos mandamientos, sino quien es movido por el Espíritu, quien “ha nacido” de Él. ¿El Espíritu Santo mueve mi vida?, ¿o hay otros “espíritus” —comodidad, pereza, indiferencia…— que me manejan a su gusto?

Pero, si el Espíritu sopla donde quiere… ¿me llevará adonde le dé la gana?, ¿cómo sé que es Él quien me lleva? Pues bien, su voluntad no es arbitraria, sino que es la voluntad de la verdad y del bien; su soplo no dispersa, sino que reúne[1]. Por ello, nos dice la primera lectura que “el grupo de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma”. Si de veras he nacido del Espíritu, seguiré viviendo, aun en estos días, la verdadera unión con mis hermanos en la fe: orando por ellos, preocupándome, llamando, etc. Si aún falta mucho para esto, no te desanimes, mira a Jesús, que ha sido “elevado (…) para que todo el que cree en él tenga vida eterna”.

Rafael, seminarista.

[1] Cf. Benedicto XVI, Homilía 3/6/2006.

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