Nuestro seminarista Rafael nos acompaña hoy con su meditación sobre el Buen Pastor.
Domingo IV de Pascua, del Buen Pastor.
“Os habéis convertido al pastor y guardián de vuestras almas.”
Pedro habla a los judíos con palabras muy duras:“ al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías. ”Sin embargo, ante este anuncio, los oyentes nos excusan: “no sabíamos que era el Mesías…”, “yo sólo pasaba por ahí…”, etc. ¡No! A aquellos judíos “se les traspasó el corazón”. Ellos se dejaron atravesar por la palabra, y al momento preguntaron:“ ¿Qué tenemos que hacer, hermanos?” Pues bien, y yo, ¿cómo me sitúo ante la palabra?,¿me dejo traspasar por ella, tal y como me viene?, ¿o pongo excusas que, al final, la hacen perder toda su fuerza?
“Convertíos”. Es decir, cambiad el corazón, volved vuestra mente y todo vuestro ser hacia Jesús. Pero, ¿porqué hacer esto?Porque, como nos dice Pedro: “Cristo padeció por vosotros”, “llevó nuestros pecados en su cuerpo hasta el leño”, “con sus heridas fuisteis curados”. Sí, Jesús es “el buen pastor”, el que “da su vida por las ovejas”. Si mi deseo de cambiar no nace de este amor que me tiene el buen pastor, durará bien poco. Medita hoy este amor, vuelve siempre a él, sólo así la conversión será posible, porque estará bien fundada.
“El Señor es mi pastor, nada me falta”. Convertirse a Cristo nunca defrauda, pues él es quien mejor nos conoce: “llama por el nombre a sus ovejas”. “Las ovejas lo siguen, porque conocen su voz”, y él las guía, las cuida, las apacienta, las acompaña por las “cañadas oscuras” de su vida, les prepara la mesa, habitarán con él por siempre… ¡Despierta! Jesús no viene a robarte la vida, sino a que seas feliz ya en ella. Siguiendo sus huellas, incluso en estos días duros, se cumplirá: “yo he venido para que tengan vida, y la tengan abundante.”
Rafael, seminarista
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