Hoy Domingo de Ramos contamos con la meditación que nos envía nuestro seminarista Rafael.
“¿Quién es este?”
Toda la ciudad “se sobresaltó” haciéndose esta pregunta, cuando vio a Jesús
entrando en Jerusalén. La gente pensaba que sería el Mesías que los iba a liberar del poder romano. La multitud veía al Rey terreno esperado por Israel, al “Hijo de David”, a un gran “profeta”
Nosotros, por nuestra parte, creemos que sí conocemos a Jesús. Sin embargo, es muy probable que no le conozcamos tanto…Me explico: en medio de estos días tan difíciles para todo el mundo, puedo preguntarme con sinceridad: ¿qué espero yo de Jesús? ¿Espero a un Dios que viene a curarme de una enfermedad?, ¿espero a alguien que viene a protegerme a mí, a los míos, a la humanidad?, ¿espero a un Jesús que viene a dar consuelo, a estar junto a la cama del enfermo solitario, a abrazar a la familia que llora una pérdida? Estas esperanzas son impresionantes, muy grandes. Pero, me atrevo a preguntarte: ¿espero “solamente” eso? Quizá las esperanzas humanas de aquella ciudad no difieran tanto de las nuestras… ¿Quién es verdaderamente éste que entra hoy en mi ciudad, que entra en mi casa, que viene a mi vida?
Claramente, el Señor nos está queriendo decir algo muy importante con esta Semana Santa tan excepcional. Y es que, en este año, se han caído todos los ropajes que la adornaban: las procesiones, las celebraciones comunitarias, la convivencia en la parroquia, etc. Todo, salvo los únicos elementos esenciales: Jesucristo y tú. Si, para mí, la Semana Santa fuesen las procesiones… Pero, ¿en qué quedaría esta semana si se hubiese convertido en un mero momento de emotivas celebraciones o de intensa convivencia? Quizás sea este el año en el que caiga por fin en la cuenta de lo que es verdaderamente la Semana Santa, quizás sea este el año en el que conozca realmente quién es éste que entra hoy en Jerusalén. Y es que Él entra para superar todas nuestras esperanzas. Entra para satisfacer nuestro deseo de plenitud. Entra, en fin, para morir por ti, y así vencer a la muerte, para resucitar y darte la vida eterna. ¿Puede existir una esperanza más grande? ¿Estás dispuesto a recibirle?
Rafael, seminarista
Descargar: Meditación Domingo de Ramos.pdf
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