Meditación que nos ofrece nuestro sacerdote Tin correspondiente al tercer martes de Cuaresma. Esperamos que os ayude en vuestra oración.
Martes III de Cuaresma (17 – 03 – 2020)
No sé vosotros, pero yo todavía no tengo muy claro a qué hora se aplaude al personal sanitario, lo que sí tengo claro es que para ayudar tengo que hacerlo y quedarme en casa; pero hay algo que tengo todavía más claro: puedo hacer algo más, puedo salvar al mundo.
Sin duda al único a quién se le puede atribuir esta acción es Jesucristo. Pero te recuerdo que has sido hecho sacerdote por el bautismo. Y que, por tanto, tienes el derecho y el deber de ofrecer sacrificios agradables a Dios para la vida del mundo.
Como Azarías, en el destierro, podemos decir: ¿Qué voy a ofrecer? Si “en este momento no tenemos príncipes, ni profetas, ni jefes; ni holocausto, ni sacrificios, ni ofrendas, ni incienso; ni un sitio donde ofrecerte primicias, para alcanzar misericordia”. Justamente “por eso, acepta nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde”. Siempre, pero ahora más que nunca, tenemos que ofrecer al Señor nuestro espíritu, alma y cuerpo; nuestro corazón como hostia viva, santa, agradable a Dios. Este es nuestro culto razonable.
La grandeza de tu vida no depende ni de la magnitud de las obras que realices ni de la perfección con que las hagas, sino del amor que pongas en ellas. Todo: oración, trabajo, sufrimientos, alegrías, dolor, risas, etc.; ¡TODO! lo que hagas unido a Cristo tiene un valor mucho más grande de lo que puedas imaginar. Ofrece el día por la mañana; y en la Misa, el sacerdote ofrecerá, junto con el pan y el vino, tu vida; y comprobarás como tu vida se convierte en un sacrificio agradable a Dios, para alabanza y gloria de su Nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia.
“Que este sea nuestro sacrificio, y que sea agradable en tu presencia.”
A continuación os dejo una oración con la que podéis ofrecer el día:
«Ven, Espíritu Santo, inflama nuestro corazón en las ansias redentoras del Corazón de Cristo, para que ofrezcamos de veras nuestras personas y obras, en unión con Él, por la redención del mundo.
Señor mío, y Dios mío Jesucristo: Por el Corazón Inmaculado de María me consagro a Tu Corazón, y me ofrezco Contigo al Padre en Tu santo sacrificio del altar, con mi oración y mi trabajo, sufrimientos y alegrías de hoy, en reparación de nuestros pecados y para que venga a nosotros Tu Reino.
Te pido en especial:
- por el Papa y sus intenciones,
- por nuestro Obispo y sus intenciones,
- por nuestro Párroco y sus intenciones».
Descargar: Meditación_III_Martes_Cuaresma.pdf
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