Meditación. Jueves IV de Cuaresma (26 – 03 – 2020)

Igual que estos últimos días compartimos la meditación que nos ha hecho llegar nuestro sacerdote Tin, que nos ayude a rezar y a estar cerca del Señor.

 

Jueves IV de Cuaresma (26 – 03 – 2020)

Ante la obcecación del pueblo de Israel por alejarse de Dios, su reincidente pecado, su desconfianza constante… todo ello habiendo visto los prodigios que el Señor había obrado en su favor; Dios dice a Moisés: “déjame: mi ira se va a encender contra ellos hasta consumirlos”. Pero “Moisés, su elegido, se puso en la brecha frente a Él, para apartar su cólera del exterminio”. Es preciosa la imagen: se ha abierto una brecha por dónde puede empezar a entrar la destrucción del pueblo y Moisés no lo duda, consciente de su pequeñez pero sabiendo que es el elegido del Señor, se pone en la brecha frente a Él alejando así la amenaza contra su pueblo. El elegido intercede ante su Señor en favor del pueblo para apartar de ellos la consecuencia de su pecado.

San Pablo nos dice que siempre que se lee a Moisés, un velo está puesto en sus corazones, pero en Cristo ese velo desaparece. Y si la imagen era ya bastante clara, en Cristo brilla todavía con más luz. Cristo es el nuevo Moisés, que intercede ante el Padre en nuestro favor. Él, presentado ante Dios como Víctima de propiciación, se coloca en la brecha como escudo para cargar sobre sí nuestro pecado y sus consecuencias. Impresiona ver como Jesús, por estar en la brecha, se ha dejado abrir el Pecho dándonos libre acceso a la fuente de su amor.  La brecha es ahora la de su Corazón y de ella no deja de manar la salvación para todos.

No hay duda, Jesús no deja de interceder por cada ser humano. Puedes pensar en un enfermo de tu familia o un conocido que ha fallecido o en la persona más necesitada del hospital o en aquél por quien nadie reza, y tener claro que ahora mismo Cristo le conoce, le ama y se ofrece al Padre en su favor. Nos llena de tristeza pensar en la gente aislada, sola y sufriendo, y nos consume ver que no podemos hacer nada. Pero piensa que dónde tú no puedes llegar, ahí, en esa habitación, a los pies de esa cama, al lado de ese enfermo, está Jesús con el Corazón abierto derramando su amor. Y tú, puedes ponerte en la brecha de su Corazón y dejarte amar del todo, y procurar que no caiga en saco roto ni una sola gota de su amor. Y así ofrecerte como víctima al amor misericordioso de Jesús en favor de quien quieras. Misteriosamente, pero con total realidad, te harás presente dónde antes te era imposible tomar parte y prestarás una ayuda mucho más grande de lo que hubieses podido imaginar.

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