Los jóvenes de la parroquia han vivido una fantástica peregrinación a Roma que empezó el 26 de julio de 2025 rumbo a Barcelona y que terminó el 5 de agosto de 2025 cuando volvieron a Móstoles. Ya en casa es tiempo de revivir los buenos momentos y de meditar en el Señor.
Las fotos corresponden a la primera parte del viaje, mas o menos hasta Siena.
Han querido compartir con todos nosotros sus fotos y también los testimonios. Blanca y Jaime nos acercan a sus vivencias. ¡Gracias chicos!
El Jubileo ha sido para mí una oportunidad para redescubrir que Dios siempre está, incluso cuando no lo siento cerca. En este tiempo, el Señor me ha devuelto la esperanza y me ha ayudado a dejar atrás el miedo que me hacía dudar.
En la confesión, el sacerdote me recordó algo muy valioso: que aunque a veces no entendamos a Dios, lo importante es no dejar de buscarlo. Y durante la Vigilia, al abrirle el corazón, supe que Él estaba ahí, haciéndome ver que nunca se había ido. Que es “Jesús a quien buscamos cuando buscamos la felicidad” y que al abrirle el corazón, Él se deja encontrar. Fue un momento de mucha paz, como si todo encajara por fin.
Por último, me gustaría dar gracias a Dios por las amistades que me rodean y por todas las personas que, con su vida, me han acercado más a Dios. Como dijo Don Ginés en una homilía: “Nosotros somos fruto de un testimonio”, porque alguien, en algún momento, nos abrió los ojos al corazón del Señor.
Blanca Cerrato
A veces no hacen falta muchas palabras para explicar una experiencia que ha tocado el corazón. Este Jubileo de los Jóvenes en Roma no ha sido simplemente un viaje ni una actividad más con la parroquia: ha sido un verdadero regalo de Dios. Como nos animó el padre Jaime durante el viaje de vuelta, el testimonio que quiero compartir no es un relato de lo que hicimos, sino una acción de gracias por las muchas gracias y bendiciones que el Señor nos ha concedido durante este Jubileo. No porque todo haya sido perfecto, pues hubo cansancio, calor y pequeños imprevistos, sino porque, en medio de todo eso, el Señor ha estado presente. Y ha hecho cosas grandes.
Por eso, hoy no quiero contar simplemente lo que hice, sino dar gracias a Dios. Y empiezo por lo más importante:
• Gracias, Señor, por llamarme a este Jubileo de los Jóvenes. No fui yo quien eligió ir: fuiste Tú quien me empujó con suavidad, pero con firmeza, para regalarme estos días contigo. Me elegiste, me esperaste, me preparaste un lugar entre tantos miles. Te doy gracias, Padre, por vencer en mí la pereza, por romper el miedo a pensar que esto ya no era para mí o que era demasiado mayor. Gracias por recordarme que nunca es tarde para seguir caminando contigo.
• Gracias, Señor, por la parroquia de San Juan de Ávila, por este grupo de jóvenes que ha respondido con generosidad a Tu llamada. Gracias especialmente por mi grupo de “los viejos”, porque juntos hemos vivido que la fe no se apaga con el tiempo, sino que crece cuando se camina acompañado y con los ojos puestos en Ti. Gracias por los más jóvenes, porque a través de su entusiasmo y alegría me han recordado que la Iglesia está viva, que Tú sigues llamando y que hay un futuro lleno de esperanza.
• Gracias, Jesús, por permitirme vivir esta peregrinación con mi hermano y con mi novia. Poder compartir la fe con ellos ha sido uno de los mayores regalos del Jubileo. Caminar juntos y rezar juntos es un anticipo del cielo.
• Bendito seas, Señor, por los pastores que has puesto en nuestro camino: por el padre Jaime y el padre Rafa, por Enrique, nuestro diácono, por Gabi, nuestro seminarista, y por Rebeca, nuestra consagrada. Gracias porque nos guían a Jesús y, a través de sus vidas, sus palabras y su ejemplo, nos muestran que Tú estás vivo.
• Gracias, Señor, también por Ángela y Alberto, los organizadores, por todo el esfuerzo, la paciencia y el cariño que han puesto para que esta peregrinación saliese lo mejor posible.
• Gracias a todos los que han hecho posible esta peregrinación: los que han rezado por nosotros, los conductores del autobús, los voluntarios y tantos otros que no conocemos, pero que Tú sí conoces.
• Gracias, Señor, por Tu infinita misericordia. Por habernos permitido pasar por la Puerta Santa, ese signo visible de Tu perdón y de Tu deseo de abrazarnos siempre.
• Gracias, Padre Bueno, por el sacramento del perdón, donde nos renuevas y nos devuelves la paz. Gracias por la Eucaristía, donde cada día Te das del todo, sin medida, haciéndote pequeño para entrar en nuestro corazón y transformarlo con Tu presencia viva.
• Gracias, Jesús, por llamarme amigo. Porque no me tratas como a un extraño, sino como a alguien a quien amas de verdad. Gracias porque me esperas, me perdonas, me sostienes y me hablas.
• Gracias, Jesús, por estar también en lo difícil. Por estar cuando dormíamos en el suelo, cuando el trayecto en autobús parecía eterno, cuando recorrimos Roma en un solo día con los pies cansados, cuando caminamos a Tor Vergata con el macuto al hombro bajo un sol que no perdonaba. Gracias porque en cada momento de agotamiento, Tu gracia nos sostuvo. Nos diste fuerza cuando ya no podíamos más. Nos mostraste que no es nuestra capacidad la que nos mantiene en pie, sino Tu amor fiel.
• Gracias, Dios mío, por los milagros grandes y pequeños que has obrado durante este Jubileo. Gracias por los que hemos podido ver… y gracias aún más por aquellos que han pasado desapercibidos, pero que sabemos que estaban ahí. Porque Tú trabajas en lo escondido.
• Gracias, Jesús, por darnos a Tu Madre como nuestra Madre. Gracias, María, por cuidarnos, por protegernos, por enseñarnos a seguir a Jesús con humildad y fidelidad. Gracias por ser el camino más perfecto y corto para llegar a Él.
• Gracias, Señor, por renovar mi esperanza. Por hacerme ver que no estamos solos, que somos parte de algo muy grande, de una Iglesia viva y universal. Estar con 25.000 jóvenes españoles en la plaza de San Pedro y con más de un millón de jóvenes en Tor Vergata fue una llamada clara a no tener miedo de vivir la fe y compartirla, sabiendo que no camino solo.
• Gracias, Señor, por cumplir Tu promesa y no dejarnos nunca sin pastor. Gracias por el Papa León XIV, sucesor de Pedro, que nos ha confirmado en la fe, que nos ha hablado al corazón y nos ha acompañado con ternura y firmeza. Gracias porque, a través de él, seguimos recibiendo Tu Palabra viva y Tu presencia en medio del mundo.
¡Qué bueno eres, Señor!
Quiero terminar este testimonio con la oración que el Papa León XIV nos animaba a rezar durante la vigilia, y que me llevo en el corazón:
“Gracias, Jesús, por llamarme. Mi deseo es seguir siendo uno de tus amigos, para que, abrazándote, yo también pueda ser un compañero de todos los que encuentre en el camino. Concédeme, Señor, que aquellos que me encuentren puedan encontrarte a Ti, incluso a través de mis limitaciones y debilidades.”
Amén.
A.M.D.G. Jaime del Moral






.
Puedes leer también: