Ahora que ya están todos en casa, Camila, jefa de montañeros, nos acerca a la experiencia vivida en el Campamento Derroñadas tanto por los niños como por los cuidadores.
Tras estas dos semanas hay una cosa que me ha quedado muy clara: vale la pena entregar la vida por los demás. El Señor dio su vida por nosotros y creo que no hay mayor demostración de amor que la de aquel que da la vida por sus amigos. Ver como han crecido los montañeros a lo largo de este año ha sido simplemente maravilloso ya que he podido ver como actúa el Señor en cada uno de nosotros, nos trata con tal ternura que es imposible no intentar, por lo menos, corresponder a ese amor.
Estas dos semanas fueron exigentes para todos, tanto física como mentalmente. Ha habido momentos que han supuesto todo un reto, pero supimos seguir adelante gracias a alguien que siempre nos cuida, la Virgen. La veía continuamente no solo en las oraciones sino también en las marchas, en los juegos, en las comidas, en los jefes, en los seminaristas/consagrada, en los sacerdotes…. Tenemos un regalo maravilloso por el cual deberíamos estar agradecidos todos los días de nuestra vida, nuestra Madre. Contamos con alguien que está con nosotros incondicionalmente, nos ama infinitamente e intercede por nosotros ante el Padre cuando lo necesitamos.
Durante el campamento hemos podido trabajar la servicialidad, la alegría, la deportividad, la fidelidad, la entrega a los demás… virtudes que caracterizan no solo a los montañeros sino a todos los que seguimos a Cristo.
Quiero dar gracias a todas las personas que han sacado adelante este campamento, a todos aquellos que se han volcado no solo en estas dos semanas sino a lo largo del año y a vosotros por confiarnos a los preferidos del Señor, los niños.
“Ven y sígueme” nos dice el Señor. Después de lo vivido este año nosotros los montañeros lo tenemos claro… y ¿vosotros?
Camila
Jefa de Montañeros
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