¡Maranatha! ¡Ven, Señor Jesús!
El domingo 30 de noviembre de 2025 hemos dado comienzo al Adviento con el encendido de la primera de las velas de la Corona de Adviento en las distintas Misas.
El Adviento, con el que empieza el año litúrgico, es el periodo de tiempo comprendido entre el cuarto domingo antes de Navidad y el día de Nochebuena. El Adviento nos renueva cada año y nos introduce en la Navidad y en su Misterio. El Adviento, sobre todo en la primera parte, también es un tiempo de espera para la segunda venida de Cristo y por eso decimos ¡Ven, Señor Jesús!
La Virgen. también protagonista del Adviento, está como tenemos que estar nosotros, en espera ansiosa por la llegada del Hijo de Dios, la Luz del Mundo.
Retiro de Adviento 2025
El sábado 29 de noviembre de 2025, justamente para prepararnos a este tiempo de Adviento, tuvo lugar en la parroquia un retiro del que reproducimos los textos utilizados para que nos ayuden a comenzar este tiempo de espera.
- ¿He reducido mi fe o amoldado mi relación con Dios a mis preferencias?
Les llegó la noticia a los hijos de Israel: «Mirad, los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés han levantado un altar, dentro de la tierra de Canaán, en la región del Jordán, del lado de los hijos de Israel». Al oír esto los hijos de Israel, se reunió en Siló toda la comunidad para hacerles la guerra. Los hijos de Israel enviaron a la región donde estaban los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés, la tierra de Galaad, al sacerdote Pinjás, hijo de Eleazar, y con él a diez notables, un notable por cada una de las tribus de Israel: todos eran cabezas de familia en los clanes de Israel. Cuando llegaron a donde estaban los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés, en la tierra de Galaad, les hablaron así: «Esto dice la comunidad entera del Señor: ¿Qué prevaricación es esa que habéis cometido hoy contra el Dios de Israel, apartándoos del Señor, construyéndoos un altar, rebelándoos contra el Señor? ¿No teníamos bastante con el crimen de Peor, que hoy todavía no hemos acabado de borrar, y eso que vino la plaga sobre la comunidad del Señor? Si vosotros os apartáis hoy del Señor, si os rebeláis hoy contra el Señor, mañana se encenderá su cólera contra toda la comunidad de Israel. Si os parece impura vuestra propiedad, volveos a la tierra de propiedad del Señor, donde ha fijado su morada el Señor, y tened una propiedad entre nosotros. Pero no os rebeléis contra el Señor, no nos hagáis cómplices de vuestra rebeldía levantando un altar aparte del altar del Señor nuestro Dios. (Josue 22, 11ss)
- ¿Cuál es la “Babilonia” que me tiene cautivo, oprimido, esclavizado? ¿Qué gesto puedo hacer para salir al encuentro de quien viene a salvarme?
Cae abatida sobre el polvo, virgen hija de Babilonia;
siéntate en tierra, sin trono, hija de los caldeos:
ya no te volverán a llamar tierna y delicada.
Toma el molino y muele la harina,
quítate el velo, recoge tu vestido,
descubre las piernas para atravesar los ríos.
Que se descubra tu desnudez,
que vean tus vergüenzas.
Tomaré venganza y nadie intercederá.
Nuestro libertador,
cuyo nombre es el Señor todopoderoso,
es el Santo de Israel.
Siéntate y calla, entre las tinieblas,
hija de los caldeos:
ya no te volverán a llamar señora de reinos.
Me había enfurecido contra mi pueblo,
había profanado mi heredad
y la entregué en tus manos:
no tuviste compasión de ellos.
Abrumaste con tu yugo a los ancianos,
diciéndote: «Seré señora por siempre jamás»,
sin considerar todo esto,
sin imaginar su desenlace.
Pues ahora escúchalo, lasciva,
que reinabas confiada, y te decías:
«Yo y nadie más.
No me quedaré viuda, no me quitarán a mis hijos».
Las dos cosas te sucederán
de repente, el mismo día:
la privación de tus hijos y la viudez
te llegarán juntas
a pesar de tus muchas brujerías
y del poder de tus conjuros.
Te sentías segura en tu maldad,
te decías: «Nadie me ve»;
tu sabiduría y tu ciencia te han trastornado,
mientras pensabas: «Yo y nadie más».
Pues vendrá sobre ti una desgracia
que no sabrás conjurar;
caerá sobre ti un desastre
que no podrás aplacar.
Vendrá sobre ti de repente
una catástrofe que no sospechabas.
Insiste en tus conjuros,
en tus muchas brujerías,
por las cuales te esforzaste desde joven;
quizá podrás aprovecharlas,
quizá te espantarás.
Te agotaste con tantos consejeros:
que se presenten y te salven
los que conjuran el cielo
y contemplan las estrellas,
los que presagian cada mes
lo que te va a suceder.
Mira, son como paja
que consume el fuego,
no pueden librarse del poder de las llamas:
no son brasas para calentarse,
ni lumbre para sentarse enfrente.
En eso acabó la gente con que tratabas,
por quienes te afanaste desde joven:
cada uno errante por su lado,
y no hay quien te salve. (Isaias 47-48)
Cuando Jesús acabó de dar instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí para enseñar y predicar en sus ciudades. Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, mandó a sus discípulos a preguntarle:
«¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?».
Jesús les respondió:
«Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los cojos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y los pobres son evangelizados. ¡Y bienaventurado el que no se escandalice de mí!». (Mateo 11, 1-6)
- ¿Reconozco los signos del que viene a salvarme?, ¿en que lugares puedo hallarlos? Y, ¿acojo a los enviados que me los muestran?
- ¿Anuncio yo esos signos al que lo necesita?
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