Última entrega de las fotos y testimonios del campamento de Montañeros realizado en Saravillo entre los días 4 y 15 de julio de 2025.
Las fotos son de los días 13 al 15. El día 13 los montañeros están aún en Saravillo con una gran gymkana por el pueblo y el 14 y 15 de caminio y en el Santuario de Bruis en Huesca.
Gonzalo y Jorge nos dan su testimonio. ¡Gracias chicos!
¡Gracias por seguir al Señor y ayudar a los pequeños, con vuestro ejemplo, y como jefes a seguirlo!
Empecé este campamento con la fatiga de todo el curso y la preocupación de si el puesto me vendría grande, al ser mi primer año solo. Así que, como sabía que el Señor quería que estuviese allí, simplemente me fié de Él.
Tan sencillo como eso fue. Estuve acompañado de cinco angelitos que, aunque de vez en cuando me sacaban de mis casillas, fueron un regalo inmenso y me hicieron comprender que “de ellos es el Reino de los Cielos”.
Es increíble cómo, con una sonrisa, una cara de felicidad o un abrazo, sentía que todo el esfuerzo tenía sentido, que el Señor realmente quería que estuviese allí, que deseaba que yo los acercase a Él.
Este año he experimentado que, al contrario de lo que pensaba cuando era acampado, el jefe no es quien manda, sino quien sirve, quien está a disposición de la patrulla, quien se hace a un lado para dar.
Los dos primeros días me costó adaptarme y coger el ritmo que el campamento conllevaba, pero me di cuenta de que si estaba allí era para darlo todo, y hacerlo a medias iba a ser un fracaso. Aprendí a dejar mis preocupaciones en manos del Señor y a abandonarlas en Él, intentando olvidarme de ellas, sabiendo que estaban en las mejores manos y que Él sabría qué hacer y cómo guiarme.
Ha sido muy bonito ver cómo el Señor ha sabido guiarnos a todos por nuestro camino. Ver cómo mi antigua patrulla sigue perteneciendo al grupo y que también están de jefes, me deja claro que siempre hemos caminado de la mano de la Virgen, y que Ella ha sabido guiarnos a cada uno de nosotros, cada uno por un camino distinto, pero unidos con el mismo fin.
Cada vez que voy a un campamento de montañeros me doy más cuenta de lo relacionada que está la fe con esta experiencia. Lo noté especialmente en la última marcha, en la que nos sorprendió un calor increíble. Hay veces en las que nos sentimos perdidos en nuestra relación con el Señor o vacíos; en esos momentos hay que seguir caminando, sabiendo que, aunque no lo sintamos, estamos en el camino y llegaremos a la cima. La fe, para mí, es eso: no solo permanecer con el Señor en las cimas o en los momentos más cercanos, sino seguir caminando, aunque a veces vea la cima muy lejos y haya adversidades como el calor.
Como de costumbre, después de muchos días de campamento y marcha, en los que el Señor estuvo muy presente, el último día llegamos al Santuario de Bruis. Para entrar un poco en contexto, en años anteriores habíamos ido a Covadonga y a Lourdes, lo cual suponía marchas muy largas, llegando a visitar a la Virgen en lugares enormes y llenos de gente. Esta vez fue todo lo contrario, y al principio eso me hizo no valorarlo tanto. Pero me di cuenta de que la misma Virgen nos había estado esperando; esta vez no a todos los peregrinos que van a Covadonga o a Lourdes, sino al grupo de montañeros, solamente a nosotros.
Para mí, eso define a la perfección este campamento: la Virgen ha ido de la mano con nosotros todos estos días y, en mi caso, ha hecho de mí un corazón nuevo, porque Él hace nuevas todas las cosas.
Gonzalo. Cadete patrulla 6.
“Jorge, ¿por qué me siento como después de hacer la Primera Comunión?” me dijo uno de los niños de mi patrulla (9 años) tras haber vivido un rato de oración. No supe qué responder. Solo fui capaz de preguntarme cómo en el sentimiento de un niño cabía tanta profundidad.
Y esa frase se me ha quedado grabada. Resume, en parte, lo que ha sido este campamento para mí: una experiencia que remueve, que descoloca, que te obliga a mirar con otros ojos.
Han sido días cansados en Saravillo. Días de risas, de juegos, de frío en las duchas, de conversaciones a media luz, de subir montañas por fuera y de bajarlas por dentro. Días de oración, de silencios llenos, de canciones cantadas con más corazón que técnica. Y, sobre todo, días de aprendizaje: de aprender a cuidar a los más pequeños, a esperar al que va más lento, a saber ir en grupo.
Ha sido mi primer año en el intento de guíar a la patrulla 8, junto con Raúl, y eso ha sido, sin duda, algo determinante. Mi nuevo papel en Montañeros me ha hecho ver que, cuanto más “asciendes”, más necesitas agacharte a servir. Ahí he entendido que servir no es rebajarse: es levantar a otros. Que no se trata de hacer mucho, sino de estar disponible. Y que el campamento, cuando lo vives desde ahí, se convierte en algo mucho más grande que un conjunto de actividades.
Todo esto no es una idea mía, ni algo especialmente original. Está escrito desde hace siglos en la Biblia. Pero Dios, que sabe que a veces necesito más que palabras, ha querido demostrármelo en lo concreto, en la montaña, en la patrulla, en los ojos de los niños.
Vuelvo a casa con la mochila llena. Llena de alegría, de gratitud. De algo que no sabría describir con exactitud… aunque pensándolo bien, quizá aquel niño lo dijo mejor que nadie.
Jorge Cerrato. Cadete patrulla 8.
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